La soledad recompensa la inspiración para escribir.

Ni arcas de plata y oro, ni un reino secreto, yo sólo sueño que mi corazón este lleno de amor. Apuesto a que no puedo ocultarlo, pero sólo es un camino en el desierto sin final, mientras tanto muero miles de veces y no hay un lugar donde pueda descansar.
Daniel O. R.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

A ti señor de tierra y nieve

A ti señor de tierra y nieve

Volcán que a través del tiempo has plasmado tu inmortal figura en la memoria de todos los que vivimos a tu alrededor. Has sido testigo de muchas batallas en diferentes épocas. Los pueblos prehispánicos te han venerado e idolatrado, te consideraban un dios y su protector, algunos se consideraban descendientes de tí, su dócil respeto siempre te lo dieron, incluso te ofrecieron sacrificios humanos que eran prueba de la divinidad que para ellos significabas. Cuando llegaron los hombres blancos y barbados, provenientes de tierras del otro lado del mar, se maravillaron al ver por primara vez tu imponente figura y la de tu amada, la mujer dormida.

A la llegada de aquellos  extranjeros que vestían con ropas de metal y montaban unas bestias enormes que tú pueblo nunca había visto, y por lo tanto creían que eran unos monstruos salidos del inframundo. Ellos  cometieron un grave error al considerarlos deidades antiguas, confundieron a Hernán Cortez, el líder de esos hombres, con la más sagrada de sus deidades como lo fue Quetzalcóatl, la serpiente emplumada, tantos años esperaron su regreso, pero en realidad nunca regreso. Y sólo venían a conquistar tus tierras y  a  someter a tus pueblos. Quizás tú fuiste cómplice de que tus hijos de sangre indígena pura, desaparecieran a causa del fuego de los mortales cañones, disparos de sus armas de hierro y enfermedades extrañas. Volcán, de tu cuerpo extrajeron el azufre para fabricar la pólvora que era el arma más poderosa y que no se conocía en aquel tiempo en estas tierras. Ni el pueblo Azteca que fue el pueblo más fuerte, no pudieron sobrevivir a la batalla, no tuvo ninguna oportunidad de victoria ante esas espantosas armas de guerra. Mientras tanto los aliados traidores de su cultura, lucharon codo a codo con los españoles, aquellos hombres les prometieron libertad, tierras y riquezas, sin embargo, cuando termino la guerra, ni libertad, ni tierras les dieron, fueron engañados y hechos esclavos. Tú fuiste testigo de la decadencia y desaparición de tu gente, que fue hecha de maíz, por ello rugiste y escupiste fuego, todos se asustaron, yo me asuste.

Cuando tu pueblo se desmoronó en la aniquilación y el silencio, tú te envolviste en una capa de nubes negras para no ver más la sangre derramada de los que te seguían venerando paganamente. Quisiste gritar, pero los ensordecedores rugidos de los cañones y los gritos de niños, mujeres y hombres eran más fuertes y no te escuchabas. Quizás te dio miedo y no te trasformaste en el guerrero poderoso que fuiste en tu época, tú hubieras combatido a lado de tus guerreros valientes, con tu Chimall (escudo) en mano y tu Huitzauhqui (Mazo de madera con filos de obsidiana a los lados), y con tu arma predilecta el Tlahuitolli (Arco) y Mitl (Flecha) y tus Ayoyotles (cascabeles) que imitaban el sonido de una víbora de cascabel e intimidaba a cualquiera, pero no lo hiciste y te envolviste en un profundo llanto ensordecedor. Ya no importa, ya ha pasó la tormenta. Aún sigues ahí vigilando tu tierra y la poca gente que te venera y que en tu cumpleaños te visitan y te ofrecen una exquisita  ofrenda, tú los cuidas y estas agradecido.

Miras a tu mujer amada, la majestosa Iztacihuatl, la mujer más hermosa de tu época, cotizada por muchos bravíos guerreros, y uno de ellos tu rival de batallas el Pico de Orizaba, tu enemigo, quien te quería arrebatar a tu mujer amada y matar tu espíritu, pero tú luchaste y defendiste lo que era tuyo, lo que te pertenecía. La batalla fue dura muchos de los tuyos murieron y tú con un golpe certero de tu arco y la flecha como relámpago golpeó el cuerpo de tu enemigo, obtuviste la victoria anhelada y el respeto de muchos, y lo más importante a tu mujer blanca que esperó  paciente tu regreso de la guerra, sin embargo el fantasma de la trágica vida te la arrebato. A tu regreso ella entro en un sueño eterno inducido por la tristeza al pensar que habías perecido en la guerra. Es por ello que velas día y noche para no perder de vista el despertar de tu amada de aquel sueño eterno que los dioses del Mictla le impusieron. Quizás fue por eso por lo que no ayudaste a tus pueblos sometidos por los extranjeros, si quizás fue eso, quiero creer que fue eso. No pudiste apartarte de tu recinto sagrado donde yace tu mujer dormida, que está recostada en un fastuoso petate tapizado de flores de cempasúchil, y dalias, mientras que su grácil cuerpo  esta cubierto con una ligera manta de seda blanca que poco a poco se va cubriendo con los terciopelos blancos de la fría nieve. Y tu ahí incado y velando por ella, haciendo plegaria a los dioses para que despierte tu amada  iztaccihuatl, no pierdes la fe y sostienes con la mano una antorcha encendida, y como dicen los más viejos  “Ni huracanes, ni tormentas, ni el fuerte viento y la lluvia apagaran tu antorcha, símbolo de tu amor infinito por tu mujer amada”
La leyenda de los volcanes., Warner Cortez
No peleaste en la guerra durante la conquista por estar con ella, esperando a que despertara, sin embargo aún no ha despertado y dejaste a tu gente, a tu pueblo orgullosamente hecho de maíz mezclara su sangre con otra extranjera y mucha de ella contaminada de avaricia.

Entiendo porque no hiciste nada, pues tu misión  es estar esperando a tu mujer blanca a que despierte y vuelvas a vivir a su lado lo que te fue arrebatado. Perdurará tu nombre y tu inmortal figura, como un centinela observando a tus nuevos pueblos. Tu fuego y tu humo gris es señal de que aún no has muerto.


Daniel O. R.

martes, 19 de noviembre de 2013

Los ecos húmedos de tiempos distantes

(Basado en la canción Echoes de Pink Floyd)

Escucho un eco humedecido  de algún tiempo distante que ha quedado atrapado en el hueco de mi alma empolvada por la arena marina verdosa.  No quiero que este eco de mi pecho se escuche en la superficie.  Nadie sabrá el por qué. Sin embargo,  algo se agita aprisa, creo que tratara de salir, comienza a escalar y busca escapar hacia la luz azul.

Por fin ha escapado,  y se ha ido. Nadie sabe a dónde se fue, nadie sabe si es verdad o una mera ilusión. ¡Ayúdenme a entender mejor lo qué pasa! ¡Ayúdenme a volver a ser normal! ¡Ayúdenme a olvidar este dolor!  ¡Ayúdenme! ¡Ayúdenme! ¡Ayúdenme!...

Ha pasado mucho tiempo, ahora nos hemos vuelto viejos paseando por todas las calles agrietadas y polvosas de las ciudades abandonadas  por los hombres  y transitadas por los fantasmas de los recuerdos grises, ya no se escucha el rugir de los carros, ya no se escuchan los ladridos de los perros y el chillar de las aves. Sólo el viento  con su andar afanoso levanta los ecos atrapados de la ciudad y hace que  se oigan algunos mormullos, algunas risas y algunos llantos.

Por accidente nos hemos vuelto a encontrar, es muy extraño porque nuestras miradas separadas chocan, yo soy tu y a quien veo es a mí. Te cojo de tu gélida mano y te llevo a través de laberintos de cristal negro hasta guiarte por lago de caracolas y albatros que flota inmóvil en el aire, su profundidad es baja y sus olas son enormes. Durante nuestro andar nadie hablará y nadie intentará ver el eclipse rojo. Al llegar veremos una silueta oscura casi humanoide flotando en el agua verde marina, el cual nos llama para seguir adelante, ahora, sólo cierra tus ojos que parecen dos ámbares azules sin brillo, no pienses en nada y pronto estarás en sus brazos de hueso, no tengas miedo ya la muerte te sumergirá para que tu alma inquieta duerma profundamente hasta que el tiempo se vuelva cenizas. 

Ante mis despiertos ojos todo se desvanece en un humo verdoso mar, me levanto y corro hacia la ventana de aquella pared carcomida por el tiempo y trato de ver si caminas por la calle, pero sólo veo un perro que le ladra a un carro pasar y a una parvada de aves chillar. Los rayos del sol chocan en mi rostro frio y cadavérico, cierro mis ojos y le pido que me de alas de cera para poder volar y buscarte por todo el mundo siempre con los ojos abiertos para llevarte al lago de caracolas y albatros.


DANIEL O R.



La absenta 

Absenta eclipsa 
Envuélveme de tu perfume amargo
Tiñe mi sangre del pigmento de la tuya
Muéstrame los misterios que guardas,
Fusiona la alegría, la tristeza y el enojo
Quiero encontrar la bohemia musa verde
Conviérteme  en una de tus hojas pálidas
Para trasformarme en elixir de absenta
Y pode rosar los labios de artistas y poetas
Sólo un trago más, sólo uno más
y todo  mal eclipsara   

Daniel OR

                                                         El bebedor de absenta, de Viktor Oliva




                                                           Musa Verde, de Albert Maignant