La soledad recompensa la inspiración para escribir.

Ni arcas de plata y oro, ni un reino secreto, yo sólo sueño que mi corazón este lleno de amor. Apuesto a que no puedo ocultarlo, pero sólo es un camino en el desierto sin final, mientras tanto muero miles de veces y no hay un lugar donde pueda descansar.
Daniel O. R.

martes, 27 de noviembre de 2012

Pequeños fragmentos de un solitario


                                               Fragmentos de un solitario
 
Mis deseos efímeros trasmutan en desamores encarnados como agujas de maguey clavadas en la piel quemada del indígena anegado y orgulloso de raíz, pero maldito en destino. Soledad en mis entrañas, hambrientas de mordiscos de almas compañeras y delicadas. Sediento de suspiros poéticos que estrujen mi pecho herido y llenen el vacio mortífero por la huida de el alba en mi delicado espíritu. Sigo los pasos de un lobo estepario, errante y con frio en la piel, con los huesos carcomidos por las pugnas cuerpo a cuerpo con el horror de la  vida. Sin embargo, estoy postrado a la orilla del risco de aquella montaña vieja y cansada.  Aullando mis pesares  a la luna como un Rapsoda declamando una triste lirica a la majestuosa Selene.  
 
Quiero descansar en mi lecho de tierra seca y arenisca, cubrirme con el manto negro de la noche, observando a los centinelas tintineantes de la obscuridad, mientras que  la luna acaricie  mi rostro cadavérico con su fría luz. Cerrar un instante mis ojos encrespados por el cruel viento que a su paso expedito levanta hebras de polvo gris y negro. Momento de obscuridad total, percepción de sonidos fastuosos, y resulta ser un concierto armónico de los arboles coreando en fraternidad con el viento y los insectos, acompañados en sintonía con el eco de un búho impaciente y hambriento de polillas de cristal.
 
Solo, hambriento y pensativo, he comprendido que soy un cerrar de ojos del tiempo, que la muerte siempre me asecha y estremece mis sentidos, congelan mi sangre y paraliza mis nervios. Pero ahora que estoy a punto de verte, eso ya no importa. El camino ha sido largo y he pelegrinado a un lugar olvidado, sólo con  mi esqueleto abrigado de carne roja, amarrado con  venas polvorientas y forrado con piel arisca del tiempo viejo. Sentado e impaciente para ver tu destello en el cielo obscuro, y esperando verte danzar a la salida del alba, mientras el fino abrigo del rocío cubre mi frio cuerpo. Pero un eco en mis entrañas me dice que en la morada de la muerte aún no ha cerrado y hay muchos vacantes, y esperan por mí… ¡No, no  quiero irme, quiero quedarme frente a tí! Para poder escapar un momento eterno de la gente que vive en el humo vicioso de la degradación.

Daniel O. R.
Brain Damege,Pink Floyd. Una canción que inspira hasta el más humilde escritor.

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